En el "A Fondo" de la Newsletter del mes de septiembre entrevistamos a nuestra compañera Cristina Romera, autora del libro “Antropocéano: Cuidar los mares para salvar la vida”.

En el “A Fondo” de este mes de setiembre entrevistamos a nuestra compañera Cristina Romera Castillo, que acaba de publicar su primer libro: “Antropocéano: Cuidar los mares para salvar la vida”. Nacida en Jaén en 1982, lleva diez años en el Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona, donde aterrizó por primera vez en 2006. Hasta ahora, sus investigaciones se han centrado en el estudio del ciclo del carbono oceánico y en el impacto de los microplásticos en los ecosistemas marinos, el clima y las bacterias capaces de degradarlos. Con este libro, Romera-Castillo se abre camino en el mundo de la divulgación científica, que define como “imprescindible” para dar a conocer los avances científicos a la ciudadanía.
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¿Qué es el "antropocéano"?
El "antropocéano" es el mar de nuestra era, es decir, el mar en el que los humanos estamos dejando nuestra huella, tanto negativa como positiva. Es una palabra inventada, pero pensé que se ajustaba perfectamente a la temática del libro.
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¿Cuál es la mayor amenaza a la que se enfrenta el océano de hoy?
El océano se enfrenta a muchas amenazas, pero quizá las más urgentes sean las provocadas por el cambio climático. Las emisiones de gases de efecto invernadero que comenzamos a lanzar a la atmósfera desde la Revolución Industrial han dado lugar a un aumento muy rápido de la concentración de CO2 de la atmósfera que ha supuesto un cambio sin precedentes por la rapidez con la que ha ocurrido. Un tercio de estas emisiones son absorbidas por el océano, y esto tiene consecuencias para él, como por ejemplo la acidificación. Otro tercio lo han absorbido los bosques, y la parte restante ha quedado en la atmósfera provocando una subida de la temperatura del planeta debido al efecto invernadero que caracteriza a estos gases. Pero también hay otros problemas, y entre ellos destacan especialmente la sobrepesca y la contaminación marina, sobre todo por plástico.
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¿Qué diferencias hay entre el océano que vemos nosotros y el que veían nuestros abuelos?
Ahora hay mucha más basura y menos peces. Esto lo confirman también muchos veteranos que tuvieron la oportunidad de bucear hace 50-60 años y lo comparan con el estado actual. Además, la temperatura del agua es cada vez más alta. Este año hemos podido ver cómo el Mediterráneo ha batido récords alcanzando temperaturas de final de verano en junio.
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Esto no augura un buen futuro al océano. ¿Y si nos quedamos sin él?
No nos vamos a quedar sin océano porque el agua seguirá ahí. Podríamos quedarnos con un océano distinto al que conocemos hasta ahora. Uno más contaminado, con menos peces, con distinta temperatura y corrientes, y que daría lugar a un cambio en el clima de cada uno de los lugares en los que vivimos. No creo que nos gustara.
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¿Qué podemos hacer para “limpiar” el océano?
Mucha gente ha propuesto proyectos para limpiar el océano de plástico, por ejemplo. Pero eso es como barrer en el desierto. La mayoría del plástico que ha ido llegando al mar a lo largo de todos estos años se ha ido rompiendo en trocitos cada vez más pequeños, más conocidos como microplásticos, y eso es imposible de limpiar. Ahora solo queda esperar a que esos trocitos acaben sedimentando y acaben enterrados en el lecho marino, formando una capa que en el futuro será testigo de esta época del “plasticeno”. La mejor medida, más que limpiar, es evitar que siga llegando basura al océano.
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¿Qué consecuencias tiene el calentamiento global sobre el océano?
Hasta la fecha, el océano ha absorbido aproximadamente el 90% del exceso de calor provocado por los gases de efecto invernadero, y eso también tiene consecuencias para él, como la modificación de las corrientes oceánicas, la muerte o el desplazamiento de especies, y la disminución de oxígeno hasta niveles mínimos, lo que se conoce como desoxigenación. Por todo esto, decimos que muchos de los problemas que afronta el océano se deben a nuestras emisiones de gases de efecto invernadero.
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En cuanto a la pesca, ¿qué porcentaje del pescado que comemos se captura de forma sostenible?
Según la FAO, un 35% de las poblaciones de peces están sobreexplotadas. Pero si nos fijamos en el Mediterráneo, este porcentaje asciende hasta el 75%. Y estos valores provienen de datos que recogen países donde se reporta esto, pero hay muchos países que no dan sus números, y también hay mucha pesca furtiva y los descartes. Todo esto hace probable que estos números de poblaciones sobreexplotadas sean, en realidad, aún mayores.
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¿Qué solución tiene esto?
Abogar por la pesca sostenible y la colaboración entre el sector científico, el pesquero y la administración como sucede con la cogestión pesquera, en la que los conocimientos de los tres colectivos se ponen en común para decidir la mejor estrategia y las cuotas de pesca. Y también es necesario crear más áreas marinas protegidas donde no se pueda pescar, pues es la forma de que las poblaciones de peces se recuperen. Aunque parezca contradictorio, en realidad consiste en “pescar más sin pescar”, ya que, al proteger una zona, al cabo de poco tiempo aumenta la abundancia de peces, y esto da lugar a una mayor producción pesquera y de piezas de mayor tamaño en las zonas adyacentes al área protegida. No obstante, lo más importante es que estas medidas estén supervisadas para asegurar su cumplimiento.
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¿Qué otras cosas podemos hacer para mejorar la situación actual del océano?
Lo más importante es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Para ello, debemos ser conscientes de la situación y de que es necesario aplicar medidas y cambiar nuestro modo de vida. Además, tenemos que transmitir este mensaje a otros para llegar a concienciar algún día a toda la población. En general, hay que reducir el consumo. Vivimos en una sociedad de consumismo exagerado. Si te paras a pensar en tus acciones diarias, verás que hay muchas de las cosas que consumes que no necesitas, verás que muchas de tus acciones diarias requieren un gasto energético y que podrías modificarlas para reducirlo. Por último, debemos reducir el uso de combustibles fósiles y pasarnos a las renovables.
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¿Y a nivel individual?
Para reducir las emisiones podemos también reducir el consumo de carne y evitar el desperdicio de alimento, ya que son dos de las grandes fuentes de emisiones. También es importante elegir bien a las empresas a las que compramos nuestros productos, así como a quiénes elegimos como gobernantes, porque la mayor parte de las acciones necesarias para evitar que la temperatura del planeta suba más de 1.5ºC están en manos de empresas y gobiernos.
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No parece tan difícil. ¿Qué nos impide actuar?
En algunos casos puede ser el desconocimiento, pero también el negarnos a hacer un cambio en nuestro modo de vida por comodidad, y quizás porque muchos no ven aún la gravedad del problema. Vamos a tener que hacer un cambio, nos guste o no. La decisión ahora es si lo queremos hacer ya eligiendo por nosotros mismos cómo llevarlo a cabo, o si nos quedamos sin hacer nada esperando a que este cambio venga impuesto por una catástrofe natural o humanitaria.