La nieve marina la forman los organismos que viven cerca de la superficie del océano y no son consumidos por sus depredadores cuando mueren.
La nieve que todos conocemos cae cuando hace frío y tiñe de blanco las calles cada año durante estas fechas. Sin embargo, existe otro tipo de nieve menos blanca y menos navideña que no todo el mundo conoce: la nieve marina, que desciende por la columna de agua a medida que los organismos que viven cerca de la superficie del océano mueren y no son consumidos por sus depredadores.
Esta nieve cae sobre el fondo marino de la misma manera en la que lo hacen en un bosque las hojas y el material en descomposición. En el mar, un buen ejemplo sería el de las algas, los animales sésiles y las plantas que viven pegadas al sustrato. Cuando mueren, se desprenden de éste, y si no hay organismos herbívoros que los utilicen como alimento, con el tiempo se van degradando hasta formar una lluvia de partículas orgánicas de diferentes tamaños que van cayendo poco a poco.
Finalmente, forman parte de esta lluvia de partículas residuos animales y vegetales como la materia fecal y diferentes partículas inorgánicas, entre ellas arenas y limos. Todo este material en descomposición se conoce como nieve marina porque se asemeja a hebras blancas y esponjosas que recuerdan a los copos de nieve.
Estos copos se modifican a medida que caen y pueden tardar semanas en llegar al lecho marino. Sin embargo, a medida que se hunden proporcionan alimento a una gran diversidad de organismos que, o bien filtran esta nieve marina del agua, o bien se alimentan cuando es depositada en el fondo.
Una fuente de alimento para muchos
Los organismos que se alimentan de la nieve marina son filtradores o suspensívoros, y en ocasiones tienen microorganismos asociados que absorben las partículas orgánicas como si de una aspiradora se tratase. Esta estrategia alimentaria se da en varias de las especies que forman parte del zooplancton, como es el caso de los copépodos, los eufausiáceos o las zarpas.
Cuando la nieve marina está muy cerca del lecho marino, es aprovechada por organismos con la misma estrategia trófica pero sésiles, es decir, que no se pueden mover, como las esponjas, las gorgonias o algunos moluscos, así como por otros que se mueven por la superficie del sedimento, como los poliquetos. Además de alimentarse de las partículas orgánicas que forman la nieve marina, muchos de estos organismos son capaces de transformarlas en sustancias que incrementan su contenido nutritivo.
Muchas de las sustancias que integran la nieve marina, como es el caso de la materia orgánica disuelta o algunas proteínas y aminoácidos, actúan como una especie de pegamento al favorecer que se enganchen encima de ellas otras partículas, lo que da lugar a copos de nieve más grandes que acaban conformando el sustrato donde viven y se alimentan microorganismos como las bacterias, los protozoos o las microalgas.
Si la nieve marina tarda mucho en llegar al sedimento o a las capas de agua profunda, acaba perdiendo su poder nutritivo inmediato y cuando se deposita en el fondo marino entra a formar parte del alimento de los organismos descomponedores que son capaces de aprovechar este material refractario.
Todos ellos forman parte de las cadenas tróficas microbianas marinas donde, por ejemplo, las bacterias juegan un papel importante en la descomposición y remineralización de las partículas que ya no servían de alimento al resto de organismos, como es el caso de la quitina del exoesqueleto de los crustáceos o la celulosa de las plantas marinas que, una vez descompuestos, vuelven a estar disponibles para los filtradores.
Esto es así desde hace más de 600 millones de años, cuando a principios del Cámbrico la Tierra experimentó una explosión de diversidad dominada por organismos filtradores, lo que demuestra que el material en suspensión que forma la nieve marina ya llevaba entonces cientos de años formándose en la columna de agua.
Desde ese momento, la nieve menos navideña que conocemos ha sido un elemento clave para la proliferación y evolución de una gran cantidad de organismos filtradores, tanto bentónicos como planctónicos, y ha contribuido al desarrollo de una diversa y muy abundante vida microbiana en todos los ecosistemas oceánicos, desde los costeros hasta los de mar abierto y más profundo.