Noticias | 17 Noviembre 2025

Descubren una nueva fuente de mercurio hasta ahora ignorada en la laguna del Mar Menor

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Los detalles se recogen en un estudio liderado por el ICM-CSIC que desvela la existencia de un flujo subterráneo contaminante del que no se tenía constancia hasta ahora, pero que podría tener importantes implicaciones ambientales.

Al llegar a la zona costera se crean las condiciones adecuadas para la formación de metilmercurio, la forma más tóxica de este metal/ICM-CSIC.
Al llegar a la zona costera se crean las condiciones adecuadas para la formación de metilmercurio, la forma más tóxica de este metal/ICM-CSIC.

Un equipo científico liderado por el Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) ha identificado una nueva y hasta ahora ignorada fuente de mercurio en el Mar Menor (Región de Murcia, España): el agua subterránea que fluye bajo la superficie y libera este metal y su forma más tóxica, el metilmercurio, en niveles comparables a los de la deposición atmosférica y muy superiores a los del río Albujón, el único cauce permanente que desemboca en la laguna.

El hallazgo, publicado en la revista Environmental Science & Technology, demuestra que esta descarga subterránea de agua no solo transporta mercurio, sino que, además, a su llegada a la zona costera crea las condiciones adecuadas para la formación de metilmercurio, un compuesto que se acumula y biomagnifica en los peces y que puede afectar tanto a la salud de los ecosistemas como a la salud humana.

“Lo que ocurre bajo la superficie puede ser tan decisivo como lo que vemos”, explica Céline Lavergne, investigadora del ICM-CSIC y autora principal del estudio. “El flujo de agua subterránea funciona como una conexión invisible que transporta contaminantes, nutrientes y microorganismos de la tierra hacia los ecosistemas costeros. Nuestros resultados muestran que, para proteger el Mar Menor, hay que mirar también bajo tierra”.

Una fuente invisible pero significativa

El equipo científico cuantificó por primera vez los flujos de mercurio y metilmercurio que entran en el Mar Menor a través del agua subterránea. Los resultados son contundentes: esta vía aporta alrededor de 1 kg de mercurio al año, una cantidad equivalente a la que llega desde la atmósfera y unas 70 veces superior a la que aporta el río Albujón.

También descubrieron que buena parte de este mercurio fue emitido en el pasado. Se trata de lo que los científicos denominan “mercurio heredado”: residuos acumulados durante décadas en los sedimentos por la actividad minera y agrícola de la zona, que ahora están siendo liberados nuevamente al agua por el flujo subterráneo.

“Una parte importante del mercurio que medimos proviene de actividades que se realizaron en el pasado. Es un legado ambiental que sigue activo décadas después”, señala Andrea G. Bravo, coautora del estudio e investigadora del ICM-CSIC. “Esto demuestra que incluso si se reducen las emisiones actuales, los contaminantes almacenados en los sedimentos pueden seguir liberándose durante mucho tiempo”.

La formación del metilmercurio

El estudio revela que la mezcla entre el agua subterránea y la marina en las zonas costeras de la laguna crea las condiciones ideales para que el mercurio se transforme en metilmercurio. Estas áreas presentan bajos niveles de oxígeno y una alta concentración de materia orgánica, lo que favorece la actividad de microorganismos capaces de realizar esa conversión.

“Detectamos concentraciones elevadas de metilmercurio en las aguas cercanas a la costa”, explica Lavergne. “Eso significa que las zonas donde el agua subterránea aflora al mar pueden ser verdaderos puntos calientes de producción de metilmercurio”.

Aunque los niveles actuales de mercurio en el agua del Mar Menor no son preocupantes, el equipo advierte que el proceso podría intensificarse con el aumento de la temperatura y la desoxigenación del agua, efectos asociados al cambio climático que agravan la vulnerabilidad de las lagunas costeras mediterráneas. El aumento de metilmercurio en las aguas del Mar Menor podría conllevar a un aumento de este contaminante en las redes tróficas.

Reevaluar las rutas de contaminación

El trabajo del ICM-CSIC mejora la manera de entender cómo llega el mercurio al Mar Menor y a otros ecosistemas similares. Hasta ahora, las estrategias de conservación se habían centrado en las fuentes visibles —la atmósfera y los ríos—, pero la investigación demuestra que la descarga subterránea de agua (Submarine Groundwater Discharge, SGD) es también una vía clave de entrada de contaminantes.

“Nuestros resultados mejoran el conocimiento actual y abre una nueva línea de investigación en la que se muestra que el mercurio llega al mar por más fuentes que las consideradas hasta ahora como eran el aire o los ríos”, explica Bravo. “El agua subterránea además de ser un canal por el que se transporta mercurio entre la tierra y el mar, según su composición, puede ser un lugar donde haya transformaciones de este contaminante, y en especial un lugar de formación de metilmercurio”.

El equipo científico subraya que este fenómeno no es exclusivo del Mar Menor: ocurre en numerosos ecosistemas costeros de todo el mundo, lo que podría tener implicaciones globales para la gestión ambiental y la seguridad alimentaria.

Por ello, el equipo pide incorporar el estudio de las aguas subterráneas en las políticas de protección costera y en la Convención de Minamata, el tratado internacional que busca reducir las emisiones y los impactos del mercurio.

“Necesitamos una visión más integral que contemple también las rutas invisibles de contaminación”, concluye Lavergne. “La historia del mercurio en el Mar Menor demuestra que los impactos del pasado siguen presentes, y solo podremos proteger eficazmente nuestros ecosistemas si entendemos todos los caminos que recorren los contaminantes, visibles y ocultos”.