Noticias | 22 Julio 2025

“Geomorfología submarina”: un recorrido por las formas del paisaje submarino

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En el “A Fondo” de este mes hablamos de este nuevo libro editado por el CSIC y Catarata que habla de los procesos que modelan el paisaje submarino, desde las fuerzas tectónicas, los volcanes o las olas y corrientes hasta las actividades humanas.

El fondo marino sigue siendo percibido como un espacio lejano, casi ajeno a la vida cotidiana / CSIC.
El fondo marino sigue siendo percibido como un espacio lejano, casi ajeno a la vida cotidiana / CSIC.

Se dice que conocemos mejor la superficie de Marte que el fondo del océano. Esta afirmación se repite a menudo, pero no por ello pierde su fuerza. El agua cubre más del 70 % de la superficie terrestre, si bien menos del 30% del lecho marino ha sido cartografiado. Vivimos sobre un planeta azul, pero apenas hemos comenzado a descifrar su geografía sumergida.

El ser humano, sin ayuda técnica, solo puede descender hasta los 40 metros de profundidad. En cambio, el océano alcanza una profundidad media de entre 3.000 y 4.000 metros. Las zonas más profundas, como las fosas oceánicas, superan los 11.000 metros. Lo que ocurre bajo esa inmensa masa de agua permanece en gran medida oculto: un territorio que apenas intuimos, pero que juega un papel crucial en el equilibrio de la vida en la Tierra.

En este contexto, el libro Geomorfología submarina, recién publicado por el CSIC y la editorial Catarata, propone una inmersión en este mundo desconocido. Se trata del número 42 de la colección “¿Qué sabemos de?” y ha sido coordinado por un equipo internacional de especialistas, entre ellos la investigadora del Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) Ruth Durán, quien ha liderado la publicación con el objetivo de acercar al público general el relieve del fondo marino desde una mirada científica, visual y accesible.

Un archivo geológico de la historia de la Tierra

El fondo oceánico funciona como un archivo geológico de la historia de la Tierra. En él se registran episodios de actividad volcánica, movimientos tectónicos, glaciaciones, acumulaciones de sedimentos que se han ido depositando a lo largo de miles de años, construcciones biológicas y, cada vez con más frecuencia, los rastros de la actividad humana. No se trata de un paisaje estático ni uniforme, sino de un mundo dinámico, moldeado por procesos que ocurren desde escalas casi instantáneas hasta tiempos geológicos.

El libro describe con claridad una sorprendente variedad de formas submarinas: dunas generadas por corrientes marinas, cañones submarinos, fuentes hidrotermales activas, montes y volcanes submarinos, terrazas glaciares, arrecifes, deltas sumergidos y estructuras tectónicas. A través de mapas e imágenes obtenidas mediante tecnologías de vanguardia como los sistemas de sonar multihaz, vehículos autónomos submarinos o vehículos operados remotamente, la obra ofrece un recorrido visual por los paisajes sumergidos del planeta.

Lejos de ser anecdótico, el estudio del relieve submarino resulta fundamental para comprender procesos esenciales del planeta. La circulación oceánica, la acumulación y transporte de sedimentos, la actividad sísmica o el estado de los hábitats marinos están relacionados, en mayor o menor medida, con las características del fondo oceánico. Cada estructura cuenta una historia: desde las crestas de las dorsales oceánicas, donde se crea nueva corteza terrestre, hasta las llanuras abisales, donde se acumulan restos orgánicos que actúan como reservorios de carbono.

El impacto de la actividad humana

Además del valor geológico y ecológico, Geomorfología submarina pone especial énfasis en el creciente impacto de la actividad humana sobre los fondos marinos. La pesca de arrastre, el fondeo de grandes embarcaciones, el dragado de sedimentos, la construcción de infraestructuras submarinas o la minería de recursos marinos están dejando marcas visibles en los paisajes sumergidos. En zonas como la costa del Maresme, en Cataluña, por ejemplo, se observan alteraciones significativas del relieve causadas por la actividad extractiva.

Este tipo de huellas se repite en muchos lugares del mundo, por ejemplo, en el puerto de Kilmakilloge (Irlanda). Frente a Tāmaki Makaurau (Auckland, Nueva Zelanda), en el Mar del Norte y en el Golfo de Trieste (Mar Adríatico), se han descrito surcos excavados por las anclas de grandes buques durante las maniobras de fondeo.  Además, en diversas zonas del planeta, como el Mar del Norte, el Mar Báltico, Canadá o el Mar Mediterráneo, se han identificado numerosas evidencias del impacto de la pesca de arrastre en el fondo marino.

A pesar de estas evidencias, el fondo marino sigue siendo percibido como un espacio lejano, casi ajeno a la vida cotidiana. Sin embargo, lo que ocurre en las profundidades no es indiferente a lo que sucede en la superficie. El deterioro de los hábitats submarinos, la alteración de los procesos sedimentarios o la contaminación en las zonas abisales pueden tener consecuencias directas sobre la biodiversidad, la calidad del agua, la pesca y la resiliencia de los ecosistemas marinos frente al cambio climático.

Más allá de la divulgación

En este sentido, el objetivo del libro va más allá de la mera divulgación científica. Se trata también de una llamada de atención para tomar conciencia. Conocer los fondos marinos es el primer paso para poder protegerlos y gestionarlos de manera sostenible. Y para lograr ese conocimiento, la ciencia debe ir de la mano de la tecnología, pero también del compromiso social y político.

La obra ha sido elaborada conjuntamente con investigadores de prestigio internacional, como Aaron Micallef (Monterey Bay Aquarium Research Institute), Alessandra Savini (Universidad de Milán-Bicocca) y Sebastian Krastel (Universidad de Kiel), todos ellos con trayectorias sólidas en el estudio de los fondos oceánicos desde diversas disciplinas.

Lo que emerge de este trabajo coral es una visión integradora de un mundo complejo, profundo y fascinante. Un mundo que, aunque invisible a nuestros ojos, forma parte del mismo planeta que habitamos y condiciona, en gran medida, su equilibrio. Mientras el océano siga siendo un territorio en sombra, el reto de la investigación seguirá siendo iluminarlo. Porque lo que no se conoce, no se protege. Y proteger los océanos empieza por saber qué formas, procesos e historias se esconden bajo las olas.