Es la conclusión principal de un nuevo estudio del Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) que desvela que la productividad del océano y la abundancia de competidores son claves para entender la competencia entre grandes depredadores pelágicos.
Los grandes depredadores marinos, como el pez espada, la tintorera o el marrajo, no solo compiten entre ellos por el alimento, sino que son capaces de ajustar sus hábitos de alimentación en función de la comida disponible y la presencia de otros competidores. Así lo demuestra un nuevo estudio liderado por el Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) en colaboración con el Centro Oceanográfico de Málaga del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) publicado recientemente en la revista Proceedings of the Royal Society B.
Según el trabajo, la productividad pelágica —es decir, la cantidad de alimento disponible en la columna de agua— y la abundancia de competidores en el entorno son dos factores que influyen en cómo estas especies se reparten los recursos para coexistir.
“En el mar abierto, donde los recursos fluctúan y la observación directa es difícil, entender cómo se organiza la competencia entre depredadores que coexisten en un mismo lugar es esencial para predecir los efectos del cambio climático y la sobrepesca”, explica Elena Fernández-Corredor, investigadora predoctoral del ICM-CSIC y primera autora del estudio.
Asimismo, la investigadora añade que los resultados del estudio muestran que la competencia dentro de la misma especie (intraespecífica) está influenciada principalmente por la productividad del océano, mientras que la segregación de recursos entre diferentes especies (competencia interespecífica) está más afectada por la abundancia de competidores.
Para la elaboración del trabajo, el equipo analizó muestras de tres de los principales depredadores del Atlántico nororiental y el Mediterráneo: el pez espada (Xiphias gladius), la tintorera (Prionace glauca) y el marrajo (Isurus oxyrinchus). A partir de más de 450 muestras recogidas entre 2017 y 2019 por observadores del IEO a bordo de la flota de palangre española, las investigadoras e investigadores combinaron análisis de isótopos estables de carbono y nitrógeno, que revelan la dieta de los animales durante varios meses, con modelos espaciales de abundancia, productividad y actividad pesquera.
"La recogida de muestras del programa de observadores a bordo, que monitoriza desde hace décadas las capturas y la actividad pesquera en tiempo real, ha sido fundamental para caracterizar las relaciones entre estos grandes depredadores, sus presas y el medio que los rodea", apunta Salvador García-Barcelona, investigador del Centro Oceanográfico de Málaga y coautor del estudio.
En cuanto a los hallazgos clave, los resultados muestran que el pez espada es el que experimenta la mayor competencia entre individuos de su propia especie, mientras que la tintorera y el marrajo comparten más del 80 % de su nicho trófico, lo que indica que consumen presas similares.
“En zonas de alta productividad, las especies tienden a alimentarse de los mismos recursos porque hay suficiente alimento para todos, en cambio, cuando los recursos disminuyen, cada especie se especializa más y amplía su rango trófico, buscando diferentes presas para evitar la competencia directa”, detalla Joan Navarro, investigador del ICM-CSIC, y coautor del estudio.
Según Francisco Ramírez, investigador del ICM-CSIC y coautor del estudio, estos mecanismos tienen implicaciones críticas para la conservación:
“En ecosistemas más degradados, como el Mediterráneo, la reducción de recursos puede intensificar la competencia y alterar el equilibrio entre especies. Esto podría favorecer a depredadores más oportunistas, como el pez espada, y desplazar a los tiburones, que ya están en declive.”
Los cambios en la productividad oceánica causados por el cambio climático o la presión pesquera podrían, por tanto, modificar las relaciones tróficas entre los grandes depredadores, afectando gravemente a la estabilidad de los ecosistemas marinos.
“Si el alimento disminuye, las especies menos flexibles podrían no adaptarse a tiempo. Entender estos mecanismos nos permite anticipar qué depredadores serán más vulnerables y diseñar estrategias de conservación que consideren no solo a las especies, sino también sus interacciones”, concluye Marta Coll, investigadora del ICM-CSIC.
La investigación forma parte de los proyectos COTI, financiado por la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, a través del Programa Pleamar, y cofinanciado por la Unión Europea por el FEMPA (Fondo Europeo Marítimo, de Pesca y de Acuicultura), y los proyectos europeos FutureMares y Ges4SEAS, ambos dentro del programa Horizonte 2020 de la Unión Europea.