El trabajo, liderado por el ICM-CSIC, se centra en la amenaza que suponen el aumento de cruceros y embarcaciones de recreo, y la construcción de parques eólicos marinos, gasoductos submarinos para el transporte de hidrógeno y desalinizadoras.

Un nuevo artículo científico liderado por el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) en colaboración con la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), el Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB-CSIC), la Universitat de Girona (UdG) y la Universitat de Barcelona (UB) alerta que la nueva ola de industrialización que sufre el Mediterráneo occidental puede tener “graves implicaciones medioambientales y socioeconómicas”.
El trabajo, publicado recientemente en la revista Scientific Reports, toma la Costa Brava como caso de estudio, integrando datos espaciales y temporales que ponen en evidencia el impacto de la actividad de sectores tradicionales y emergentes —como la pesca y la acuicultura, la náutica recreativa, los cruceros, el transporte de mercancías, la eólica marina, los gasoductos de hidrógeno o la desalación— y su interacción con las Áreas Marinas Protegidas (AMP) de la Red Natura 2000 y otras zonas de gran valor para la biodiversidad marina.
Los resultados indican que el buen estado ambiental de estas áreas podría verse afectado por presiones acumulativas que conducen, entre otros impactos, a la pérdida de biodiversidad, la degradación del fondo marino, la expansión de especies invasoras o la contaminación.
“Nuestros datos muestran que la expansión y la concentración de actividades industriales dentro o junto a zonas de alto valor ecológico es incompatible con los objetivos de conservación si no se aplica una planificación mucho más cuidadosa y el principio de precaución”, subraya Josep Lloret, investigador del ICM-CSIC y primer autor del estudio. “Es necesario evitar el desarrollo industrial en las regiones costeras mediterráneas con mayor valor ambiental, como la Costa Brava”, asegura.
Vinculación económica con las zonas protegidas y tendencias
El estudio señala que en el año 2023, el 58% de los ingresos portuarios se generaron en puertos situados en un radio de dos kilómetros de las reservas marinas de la Red Natura 2000, y el 74% de los ingresos se produjeron en puertos situados dentro o cerca de otras áreas de alto valor en cuanto a la conservación marina. Paralelamente, el trabajo constata una caída de los desembarcos de productos pesqueros en los puertos de la Costa Brava, pasando de aproximadamente 15 mil toneladas en 2000 a 6 mil toneladas en 2023.
Asimismo, el número de embarcaciones de pesca se redujo a más de la mitad, pasando de aproximadamente 500 barcos en 2000 a unos 200 en 2023. En cuanto al transporte de mercancías, también se redujo más de la mitad durante el mismo período, mientras que los pasajeros de cruceros locales que hacen pequeños trayectos entre puertos de la zona de estudio pasaron de aproximadamente 400 mil en 2000 a 95 mil en 2023.
En cambio, desde el año 2000 han aumentado el número de amarres para embarcaciones de recreo en los puertos deportivos de la Costa Brava (de unos 9 mil en 2000 a unos 15 mil en 2023), los pasajeros de grandes cruceros (internacionales) en los puertos de Palamós y Roses (de unos 900 en 2000 a unos 52 mil en 2023), y la capacidad de desalación, que en 2023 se sitúa en 20 hectómetros cúbicos para la desalinizadora de la Tordera en el municipio de Blanes, la cual tiene previsto incrementar la producción de agua desalada hasta los 80 hectómetros cúbicos en 2029.
Finalmente, en la Costa Brava hay propuestas para construir un gasoducto submarino de 450 kilómetros para transportar hidrógeno desde Cataluña hasta Francia y más de 1 GW de eólica marina en el Golfo de Roses (considerando el parque eólico con mayor capacidad de los 9 propuestos dentro de esta área de desarrollo definida por los planes de ordenación marítima).
Según Lloret, “estas tendencias son una llamada de atención: mientras la pesca tradicional retrocede, crecen sectores como los grandes cruceros, la náutica recreativa y las infraestructuras de agua y energía. Sin criterios claros de ubicación y capacidad de carga, la suma de presiones puede degradar servicios ecosistémicos esenciales para la economía local de los pueblos costeros”.
Análisis del impacto ambiental por sectores
La investigación alerta que una parte importante de las actividades acuícolas y pesqueras se dan dentro o muy cerca de las AMP Natura 2000 y de otras zonas de importante conservación, con posibles alteraciones de hábitat, sobreexplotación y cambios en las redes tróficas. Por otro lado, la náutica recreativa y los cruceros presentan una actividad muy relevante dentro o adyacente a zonas de gran valor ecológico, con efectos como la contaminación acústica, el fondeo, los vertidos o la introducción de especies exóticas. Finalmente, el transporte de mercancías se sitúa principalmente fuera de la Red Natura 2000, si bien genera, entre otros factores de estrés, ruido, contaminación química y riesgo de colisiones con animales marinos en zonas próximas.
En cuanto a la eólica marina proyectada en el Golfo de Roses y los gasoductos de hidrógeno, los proyectos se plantean dentro o muy cerca de AMPs Natura 2000 y otras áreas clave para la conservación de la biodiversidad marina, lo que obliga a evaluar los efectos sobre los hábitats, la fauna, la flora y la conectividad ecológica. Los impactos ambientales de la desalación y de los gasoductos para el transporte de hidrógeno aún se conocen parcialmente y requieren más tiempo e investigación, asegura el equipo científico.
“No se trata de demonizar ningún sector”, puntualiza el biólogo Josep Lloret, “sino de ubicarlos y dimensionarlos bien. Las nuevas actividades industriales como la eólica marina, los gasoductos para transporte de hidrógeno o la desalación no deben entrar en conflicto con los objetivos de conservación ni con actividades locales como la pesca tradicional o el turismo sostenible. Por eso hay que ser extremadamente prudente con la gestión de cualquier actividad dentro de las AMP Natura 2000, prohibiendo en ellas el desarrollo de nuevas actividades industriales, y extender esta cautela a las zonas adyacentes (como mínimo a 10 kilómetros alrededor de las zonas Natura 2000) y a todas las zonas importantes para la biodiversidad marina”.
En este sentido, el estudio señala que, además de las AMP Natura 2000, en la Costa Brava hay una extensa red de otras áreas importantes para la biodiversidad marina, como las IMMA (para mamíferos marinos), las ISRA (para tiburones y rayas), las IBA (para aves), las KBA (para la biodiversidad en general), las ZEPIM (Zonas Especialmente Protegidas de Importancia para el Mediterráneo), vedados de pesca (como el área para recuperar el hábitat de la merluza de Roses), y zonas prioritarias y de alto potencial para la conservación de la biodiversidad definidas en los Planes de Ordenación del Espacio Marítimo (POEM).
En total estas otras áreas cubren el 77% del área de estudio y no tienen protección legal a pesar de su alto valor ecológico. Rafael Sardá del CEAB-CSIC destaca que “la planificación del espacio marítimo debería tener en cuenta no solo las AMP de la Red Natura 2000, sino también estas otras áreas relevantes para la biodiversidad marina, preservando corredores biológicos que garanticen la funcionalidad y conectividad de las AMP y permitan alcanzar los objetivos de las políticas europeas y nacionales de conservación de la biodiversidad”.
“La clave es planificar bien para conservar las áreas de gran valor ecológico del Mediterráneo, como la Costa Brava. Hay que estudiar bien los impactos de las actividades industriales en el mar y limitarlas basándose en la evidencia científica, fomentando además la participación de las comunidades costeras. Solo así se podrá conseguir que las actividades marítimas sean sostenibles (es decir, que puedan formar parte de la Economía Azul) y sean compatibles con los medios de vida de las comunidades locales”, concluyen las autoras y los autores.